La religión del odio

Una vez, una chica me dijo, que le gustaban las personas por lo que eran, por lo que tenían en su interior, y no por si fuera un hombre o una mujer, antes de fijarse en su sexo,  solo  se fijaba en el interior de las personas. Vino a mi memoria ese momento sobre todo ahora toda la semana nos bombardearon con que los gays  quieren dominar el mundo según los que siempre practican la religión del “amor”, practicando odio.

Lo último que me faltó escuchar fue que los gays fueron creados por los extraterrestres y que su plan es dominar al mundo para todos seamos gays. O peor, que se invente una vacuna y que contra nuestra voluntad nos la apliquen y así todos seamos putos (?).

Nunca vi a ninguna persona homosexual  con el afán de conquistar al mundo. Nunca vi a ningún gay  predicando el odio. Lo que sí he visto es sacerdotes que abusan de niños, padres que abusan de sus hijas heterosexuales  que cometen  perversiones. Fanáticos religiosos que predican con el odio. Pero tampoco es culpa de ellos, la culpa la tienen todas las religiones que viven manipulando con el miedo porque se dieron cuenta que a través del miedo pueden aglutinar a muchas más personas.

 Lo único que buscan las personas homosexuales  es la aceptación de todos. Porque ahora mismo están sumamente desprotegidos. Sólo piden que no los señales con el dedo antes de que pongas frases de versículos en el Facebook, o antes de que tires bendiciones por doquier, quieren dejar de ser odiados. 

Mientras tanto, no les queda más que esperar que el pensamiento del mundo cambie, no les queda más remedio que dar la otra mejilla, perdonar 70 veces 7 y seguir caminando

SONATA

La princesa está triste

Largos otoños pasó ya

La princesa llora por una tarde perdida

Llora tal vez por un suspiro truncado

La princesa está triste en su celda.

 

Ilusiones evocativas

Inundan sus recuerdos

En sus manos arrugosas

Se reflejan sus olvidadas primaveras

Está sola la princesa

Su celda de marfil

Es su único redil.

 

Está sola la princesa

En su calabozo de plata.

Contempla ya su ocaso

La princesa deja de llorar

Su príncipe la viene a buscar

La soledad ve su fracaso

La princesa está feliz;

De llorar por fin dejará

Ahora se pasea en la carroza argentina

Por el mar de los eternos

Mientras la torre de marfil

Se lamenta infausta

Sin su princesa de añil.

SINFONIA PARA TU MUERTE

Y las osamentas se lo llevaron,

en su risa quedó ese vestigio.

Los cadáveres míseros lloran de contentos,

bailan en tu muerte hasta morir de nuevo.

 

Atrás quedó ese ayer

en que juntábamos risas apócrifas

cuando hasta al sol le robamos la luz

para alimentar al espectro.

 

Ahora juntamos sombras

de un pasado muerto

mientras descubrimos

que nuestra esencia es

sólo una sanguijuela hambrienta.

 

Con un martillo rompimos espejos

terminó la orgía de nuestras almas

en una noche de utopías

enterramos el puñal

y usamos las reminiscencias

como el crisol de nuestro odio.

 

Y vinieron las osamentas y nos llevaron,

nos escupieron en la cara el destino

y ya no éramos más que almas negras;

negras almas colmadas de olvido.

 

LOS INCOMODOS DE CAVE OGDON. EL ALIENTO MODERNO DE UNA PLUMA JOVEN

Resulta difícil no quedar atrapado por alguno de los cuentos de este volumen. Su carácter ameno nos recuerda esa coloquialidad que tuvo algún tiempo el cuento en el boom. El narrador se vuelve uno con el lector, a tal punto que pareciera que se nos presenta fuera del libro y nos refiere sus relatos como en una ronda de amigos, sin tecnicismos, sin palabras rebuscadas, con un estilo simple y ameno. Pero esta amenidad no significa en ningún momento que los cuentos presentes en Los incómodos sean ajenos a una profundidad literaria. Todo lo contrario. Esta amenidad hace ver esta profundidad de una manera mucho más certera. Existe en los personajes de estos cuentos una duda existencial, profunda, que evoca a los personajes casaccianos y que movidos por esa duda deciden darle un cambio profundo a su existencia, tan profundo que dicho cambio trae a veces consecuencias irremediables.

El orden de los cuentos está en un estricto orden de tensión, casi musical, como si el narrador jugara con nuestras emociones y cual si fuera una orquesta emerge de un pianissimo para con la ayuda de un ingenioso crescendo  llegar a su máximo potencial con Mansaladra, el último cuento del volumen,

Quizás el cuento mejor logrado de la colección sea Roleros, cuento que nos hace reflexionar, más que en los otros relatos de aquella delgada línea que existe entre la realidad y la ficción. Quizás la realidad es un monstruo que dilapida nuestras vidas, reza una de las frases finales del cuento, a manera de hacer más evidente esa crisis entre los “dos mundos”.

Tanto por la manera en que lo dice y por como lo dice, Cave Ogdon se hace dueño de una voz con un profundo aliento de renovación con una literatura fresca y nueva que busca a gritos posicionarse en un lugar en la literatura paraguaya.

Leer Los incómodos es ver un cristal de la sociedad con diversas caras, cada una de un aspecto diferente de la sociedad, pero todas con un lenguaje renovado, ameno y sumamente moderno. Será responsabilidad tanto de Ogdon de mantener este estilo renovado y no ser consumido por las “momias literarias” como se menciona en uno de los cuentos, pero también es responsabilidad de nosotros los lectores darle la importancia que se merece a esta incipiente voz literaria.

Relato de infancia

Yo tenía 9 años en ese entonces. Mi mundo se reducía a caricaturas y libros con dibujitos y juguetes que no involucraran mucho esfuerzo. Ese día era más bien distinto a los días en la escuela. La profesora de castellano nos sorprendió con el “concurso de lectura” un concurso que se organizaba cada dos años . Era sorpresa porque solo se elegía a un representante del curso y era sorpresa porque el representante de mi grado era yo ¡YO!

Yo que como único mérito tenía el sellito de la abejita minera de “Sigue trabajando” (Siempre terminé sospechando que mis maestras me ponían ese sello porque en el fondo no entendían una solo palabra de mi letra que era bien fea, pero no tenían corazón para decírmelo)

En fin, algo dubitativo,. y no tan convencido, decidí asumir la tarea de leer en público. EL concurso era “sencillo”: Leer una página de “El Principito” de Saint-Exupéry (libro que ya había leído porque encajaba en mi clasificación de “con dibujitos”) frente a TODA LA ESCUELA sin errores. EL premio: un lindo velador con forma de estrellita para incentivar la lectura.

Más allá delconcurso, mi incentivo mayor fue descubierto al día siguiente cuando me enteré de que ELLA iba a participar. Sí. ELLA, quien estaba en cuarto grado y siempre se destacaba en todo. Ella siempre mejor alumna. YO. ¿YO? Yo tenía salud. En el fondo solo quería participar porque iba a estar más cerca de ella.

LLegó el concurso. Un jueves a las 9 de la mañana. Yo no gané ni polvo estelar pero estuve cerca de ella. Pude oír su voz, sentir el vuelo de su pelo suelto. Verla a ELLA así cerca, era más importante que cualquier concurso y sellos de abejitas mineras.

NARCISO. EL HIJO DILECTO DE LA NOSTALGIA

Si hay algo que daña al arte, es la nostalgia. La nostalgia es uno de los grandes males de la literatura paraguaya porque impide generar una literatura innovadora porque no se renueva y prefiere mirar hacia el pasado, pretendiendo construir ese pasado como futuro. Ya dije en una anterior oportunidad que los nostálgicos se constituyeron en un grupo egoísta y castrador al que me gustó darle el nombre de neptunianos, inspirado en las opiniones similares de un amigo poeta. Si hay una novela que encarna esa nostalgia recalcitrante y enfermiza es la novela Narciso de Guido Rodríguez Alcalá, galardonada hace poco con el premio de novela Roque Gaona. Enmarcada en el género histórico, como nos tiene acostumbrados Alcalá, la novela toca un aspecto de la presidencia de (cuándo no) el general Alfredo Stroessner. El hombre mito que es el tema de deleite de todos los escritores neptunianos, tanto que hasta hay algunos (que son particularmente predilectos del teatro al aire libre sobre justamente Stroessner) que solo conciben la literatura solo si versa sobre el fallecido dictador, una especie de fetiche literario.  La única escritora que consiguió elaborar un discurso ficcional innovador y renovador de la temática de la dictadura fue Renee Ferrer con su Querida. Ese es el muro que deben superar los neptunianos. Pero no les interesa porque prefieren mirar el pasado.

Narciso no tiene nada de novedoso,  con mucha generosidad podríamos decir que tiene algo de literario. Es una suerte de relato periodístico que nada tiene de literario con una prosa demasiado lenta y 13 capítulos que resultan innecesarios para tan pobre acción. Un narrador omnisciente cuyo lenguaje no se define entre el culto o el coloquial, es decir que no hay una diferencia clara, además de las comillas que marcan las palabras dichas por los personajes, que determine la diferencia entre narrador omnisciente y personajes.

La obra se enmarca dentro del asesinato real del locutor Bernardo Aranda, tema que ya fue tratado en el libro de investigación 108 y un quemado de Armando Almada Roche del 2012, lo cual resta originalidad a la obra. Los primeros 10 capítulos se desarrollan como ya mencioné en una prosa sumamente larga pesada y aburrida. Ese aburrimiento se ve roto recién en el capítulo 11 donde se mencionan los pormenores del asesinato a Aranda.  El tono que asume el narrador no es para nada innovador, es una copia de las novelas paraguayas de 1950, sin ningún atisbo de renovación y que en lugar de elaborar un discurso literario con un lenguaje renovado y con proyecciones innovadoras, se limita a relatar su novela en una suerte de crónica, tal y como se la pudiera encontrar en un diario un domingo por la mañana.

Desconozco los méritos que haya tenido esta novela para ganar un premio literario porque no encuentro en ella absolutamente nada nuevo, nada que no haya aparecido ya hace más de 50 años de mano de las plumas paraguayas. ¿Este es el camino de la literatura paraguaya moderna? ¿Narciso nos va a marcar el norte de ahora en más? Quiero creer que hay otros caminos alternativos a tener que caer en el abismo de la literatura nostálgica.

SUEÑOS ROTOS

¿Se pusieron a pensar alguna vez cuánto tiempo les lleva escribir? Es decir, cuánto tiempo les lleva escribir una obra literaria, un poema un cuento o una novela. Hace tiempo me tocó ver una película francesa, cine independiente. Era de esas películas que en 90 minutos de rodaje luego de 80 minutos de sexo explícito, en el fondo, muy en el fondo (y no es una connotación sexual) se esboza una tenue teoría filosófica. Y luego los círculos eruditos de la movida asuncena organizan esos famosos cine-debates (aunque desconozco, como nunca fui a ninguno, si debaten sobre las teorías filosóficas o las escenas sexuales).

La película (no recuerdo el nombre) narra la historia de un joven aficionado al cine que sueña con escribir un guión cinematográfico. En el transcurso de la cinta conoce a una joven con sueños similares al suyo y también con otras conductas similares. En dicha película se me quedó una escena particularmente grabada (no, no es alguna de las muchas escenas sexuales). En la escena, uno de los personajes describe el proceso de la escritura literaria, específicamente el de la poesía, como el alumbramiento. Dice que existe un momento específico para la creación y que simplemente, llega. Esas palabras siempre me quedaron grabadas y las traté por un tiempo de poner en práctica, pero luego descubrí que la creación literaria es mucho más que eso. Es más transpiración que talento. Pero volvamos a la primera pregunta. ¿Cuánto tiempo creen que gastan  para elaborar una obra literaria? ¿Podrían pagar ese tiempo? ¿Cuánto dinero creen que puede costar ese tiempo empleado? Porque estamos hablando de horas y horas de la elección correcta, la palabra correcta, el recurso correcto, que el remate, el personaje, la voz, el estilo y otras muchas cosas. Nos esmeramos tanto en la corrección, la manera en la que vamos a decir las cosas, hablamos con un amigo diagramador para el diseño interno del libro la portada y nos vamos ilusionados como esas madres primerizas que se ilusionan con la llegada de su primer hijo. Pero cuando llegamos al último paso, buscar una editorial que nos quiera publicar “el hijo”, nos encontramos con la sorpresita. Los costos elevados por la nubes, con sumas irrisorias por publicar un inocente libro de en algunos casos, con suerte, 200 páginas. Claro que el dinero es tanto la salud como la enfermedad, ya ven ustedes tantos libros en el mercado paraguayo que solo fueron publicados por el elevado nivel económico de sus autores, el hecho de que el único impedimento para publicar sea el dinero, trajo aparatosos resultados a la literatura paraguaya. Mientras que existen tantas buenas obras, publicadas en diarios, antologías o ediciones electrónicas que por una falta de apoyo económico no ven la luz en las librerías que tanto se ufanan de promover la cultura.

Estamos ante una crisis grave de nuestra literatura, porque no solo se lee poco sino que se escribe mucho menos porque no existen garantías para la publicación. Porque el tiempo que un escritor emplea en la creación de una obra es impagable, no se le puede cobrar a un autor por ese tiempo de creación intelectual que empleó para llevar a cabo esa obra. Pero claro, los dueños de las editoriales, terratenientes culturales, ellos sí, ellos forman parte de jurados de concurso, ellos forman parte de una sociedad de escritores. Y pronto, probablemente también escriban libros para justificar su inclusión, forzosa, en el mundo cultural. Este monopolio absurdo, destruye a las voces jóvenes, que elaboran una literatura, incipiente, es cierto, pero con grandes resultados a largo plazo. Desgraciadamente estas jóvenes tropiezan con el monopolio cultural de los grandes terratenientes editoriales que por si fuera poco, se atacan unos a otros acusándose de aprovechadores, cuando son todos parte de una rosca corrupta, una rosca que comercia con los sueños rotos de escritores sin dinero.

Los Concursos Literarios en Paraguay y la filosofía del pasamano

Cada año en Paraguay, a partir de julio más o menos, aparecen en la esfera social literaria, numerosos concursos literarios de diferentes organizaciones, algunas de larga data y otros nuevos en lo que va de los cinco  últimos años. Siempre en los discursos de presentación de dichos premios dicen algo parecido Estos concursos han sido organizados para lograr un mayor acercamiento de la literatura a aquellos que siendo jóvenes, por diferentes razones aun no han podido publicar un libro. El objetivo es que las generaciones jóvenes se acerquen a la literatura y puedan tener la oportunidad de ser leídos… y tantas cosas más. En fin, lo que uno entiende  tras escuchar estas palabras es que se dará prioridad a autores que no tengan obras publicadas y sean emergentes en cuanto a creación literaria se refiere, lo que ya es del todo incoherente, porque en todos los concursos  los participantes deben presentar sus obras con seudónimo y sus datos solo se conocen si es que resulte que su obra  sea ganadora. A no ser que tengan la vista de Superman, es imposible que puedan cumplir con la promesa de dar preferencia a la generación joven de escritores. Esto es lo que sucede en el mundo real: Un joven que escribe sus poemas o cuentos en su cuadernito con diseños infantiles de Sailor Moon o Shrek ve en estos concursos la posibilidad de ser leído por otras personas y que sus cuentos sean valorados y ¿por qué no? Ganar uno de los premios. Presenta con ilusión con los múltiples requerimientos que solicitan los concursos, (en el cual algunos, no todos, por poco no piden un escaneo de huellas digitales) pero luego se da cuenta con resignación no ha sido premiado. Al comienzo, por supuesto, recurrimos al autocastigo y decimos no era luego bueno mi cuento, voy a tratar de mejorar. Pero luego vemos con triste realidad que los ganadores son reconocidos escritores con muchas obras publicadas que CASUALMENTE, (no creo en las casualidades, de lo contrario sería un gran admirador y seguidor de los juegos de azar, pero no lo soy) como decía CASUALMENTE, nos damos cuenta de que algún miembro del jurado y el flamante ganador son amigos y muy íntimos. Claro que esto no se da en todos los concursos y algunos cuidan este aspecto, pero de 10 son 1 los que no se guían por esta rosca. Luego ocurre algo más simpático: El que fue premiado, al año siguiente forma parte del jurado del MISMO CONCURSO y el que fue miembro del jurado adivinen qué ¡ES EL PREMIADO! Con lo que llegamos a una especie de pase de testimonio que no es precisamente el de Río 2016. Es una especie de círculo vicioso con el que se manejan grandes premios culturales que siempre se manejan en el mismo grupo de amigos. Este grupo de amigos es el mismo que pretende imponer su literatura como la única válida en el país, como esa literatura fantasiosa  (no fantástica) y que posterga la literatura joven porque sencillamente no encaja  con los estándares de ellos, de los neptunianos. Es un ciclo que se repite año tras año y luego, los que siempre critican este tipo de actitudes, como este humilde servidor, son los que siempre son tratados como amargados, y se les pregunta ¿Por qué estás enojado con el mundo? ¿Pensé que eras mi amigo? Pero callar este tipo de actitudes solo es vivir en la complicidad de la rosca mediocre que impide avanzar a la literatura, por estas mismas prácticas que solo benefician a unos pocos es que la literatura hoy no tiene rumbo y sigue siendo la isla rodeada de tierra de los años 60.

EL ROMANTICISMO COMO EL CANCER DEL ARTE EN PARAGUAY

Nos repitieron hasta el cansancio que la Literatura en el Paraguay nació romántica pero se olvidaron de decirnos que sigue viviendo romántica, un siglo después y si no hacemos nada morirá con ese Romanticismo. Tanto en Europa como en América, el Romanticismo tuvo lugar ante una necesidad. Esa necesidad, que surgía ante la falta de libertades que tenía el artista, asfixiado en una vorágine de estructuras y atrapado en un sistema aristocrático que lo esclavizaba permanentemente. Con el surgimiento del Romanticismo el artista se revela ante la sociedad y se erige como un artista independiente y es el mismo quien lucra con su arte logrando edificar el modelo actual que tenemos cuando se nos pasa por la mente la idea del artista. Juntamente con el Romanticismo, los artistas enarbolaron otra bandera: El nacionalismo. Ese sentimiento que surgió de otra necesidad. La necesidad de preservar los valores patrióticos de cada país, a través de su lengua y sus costumbres, volcados en música y poesía con el propósito estricto de que la cultura de un país no muera y transcienda fronteras. Paraguay heredó todos esos sentimientos porque fue el primer movimiento que llegó al país de la mano de los extranjeros. Pero el Romanticismo posteriormente resultó ser peor que la enfermedad. Tuvo una trascendencia virósica y se fue apoderando de todas las fronteras y todos los países. Pasó como una aplanadora sobre todo lo anterior imponiéndose a toda disciplina artística. Probablemente si algunos románticos no se hubieran tomado la molestia de reivindicar a los grandes referentes de las disciplinas artísticas anteriores, el resultado hoy sería distinto. Un ejemplo claro de esto es el gran trabajo de Feliz Mendelsohnn, si él no hubiera hecho la revisión de las obras de Bach, probablemente, nosotros no sabríamos mucho de Bach ni tendría la trascendencia de la que goza ahora.

En la literatura pasó lo mismo y encontró su paliativo en su el movimiento modernista, al menos en algunos casos. Pero en el Paraguay fue algo distinto. Tanto en música como en literatura, al artista paraguayo prefirió, en lugar de innovar hacia la vanguardia, mirar de reojo el romanticismo, como un viejo que solo vive de sus memorias. Esta visión retrospectiva hizo que en consecuencia tengamos una literatura inexacta y como congelada en el tiempo, perdida en el limbo de un pasado que alguna vez fue presente. Los encargados de producir un arte nuevo, los artistas, se negaron a esa tarea y arbitrariamente impusieron un pasado como futuro, presentando una tradición muerta que lejos de innovar se convierte en un arte castrador y sus mismos cultores se convierten en eunucos de un harén artístico que nunca fecundarán. Y ese pensamiento castrado se vuelve un pensamiento acordado se vuelve una imposición a los círculos artísticos, convirtiéndose en una realidad absoluta. Un ejemplo claro de esto es Agustín Barrios Mangoré, el célebre guitarrista quien en sus comienzos fue un remedo exacto de la música romanticista europea y recién en la etapa más madura de su composición, se dedicó a ofrecer una revisión de la música nacional. La tradición en este caso  enaltece de sobremanera a Barrios (su imagen figura en un billete de este país) y desprecia a otros, José Asunción (creador de un género popular: La Guarania), injustamente cuando la realidad es que en toda disciplina artística, las comparaciones son tediosas. En la literatura, todos los escritores anteriores a Casaccia, con excepción de Barret, se dedican a elaborar una literatura de ensueño, que se tapa los ojos para retratar la realidad nacional y se divierte en una torre de marfil que se cae a pedazos. Solo por mencionar un ejemplo Tradiciones del hogar  de Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá, un libro de relatos donde se justifica la esclavitud y se menciona como un hecho de lo más positivo. Recién con Casaccia se puede ver una modernidad en la literatura y una toma de conciencia acerca de la realidad paraguaya, de una manera perfectamente crítica. El problema es que con el correr de los años la literatura erró su rumbo y los escritores dejaron de nuclearse y ese romanticismo recalcitrante sigue infectando el arte paraguayo, sigue estando presente y lo peor es que también se traslada al pensamiento de los escritores. No estamos hablando ni condenando esa visión particular en los escritores. SI un escritor se niega a innovar y se empecina a escribir en determinada corriente a fin de cuentas es su problema. Lo que es grave es que se quiera imponer ese pensamiento a las generaciones futuras, como buscando plantar la semilla castradora en las mentes jóvenes. El resultado: Concursos y premiaciones con obras con títulos ruidosos y una literatura sin innovación, una literatura muerta que lo único que hace es mirar al pasado, solo se llena de eunucos que castran e impiden que el verdadero arte reluzca y salga a la luz. Nuestro trabajo empieza con las generaciones jóvenes, solo con esta toma de conciencia podremos dejar sepultado al Romanticismo recalcitrante e impedir que siga infectando al arte actual. Si antes era necesario romperle el cuello al cisne, es momento ahora de enterrar al Romanticismo para siempre y esperar que los eunucos vayan muriendo para fecundar ese harén de jóvenes musas del arte.

 

 

El aburrido versito del arte social

Casi tan acérrima lucha como la que tuvieron el Capitán América y Ironman en Captain America: Civil war, tuvieron,  en el trascurso de la historia del arte dos conceptos: l´art pour l´art (el arte por el arte) por un lado, y por el otro, el arte en un sentido general, cuya misión es básicamente, además de generar el goce estético (propósito central del arte), generar un cambio social e impulsar el cambio crítico. Obviamente, una de las cosas que más se le criticó al arte por el arte es el hecho de que su único fin es, el goce estético sin pretender generar un cambio social en los espectadores. A lo largo de la historia, el arte se fue erigiendo como expresión, al contrario de la concepción aristotélica que se pretendía catártico. De esta manera, el arte se fue inclinando por el hecho de volverse social, en tanto expresión de un grupo social, dirigido a un grupo social sobre el que esperaba influir. Hasta aquí todo muy lindo ¿verdad? Para hacerle justicia al título es preciso hablar de las consecuencias que tuvo esa postura. Cuando se hablan de posturas tan radicales, se hablan de extremos y como tales son peligrosos. Dichos peligros se ven actualmente en la literatura paraguaya, sobre todo en los neptunianos. ¿Qué fue lo que pasó? Se preguntarán. Pues, sencillamente que muchos escritores, amparados en la excusa del versito del arte social, empezaron a elaborar un no-arte. Un arte cansino, sin renovación, que pretende presentar un arte estático, año tras año. Casi lo mismo que pasa en la EXPO. Una simple exposición de palabras muertas con temas sensacionalistas y amarillistas que estaban dirigidas a un grupo determinado de personas. Así es que el tema de la dictadura está volviéndose cada vez más y más gastado. Una tradición de todos los años tanto en teatro como en narrativa escuchar hablar de la dictadura, que las mordazas, que los torturados y otras penurias. A modo aclaratorio, no estoy negando que la dictadura no haya existido, simplemente en este espacio hablamos de literatura como arte y esa falta de renovación es lo criticable. La mayor consecuencia es que ese arte social, esa literatura, fue perdiendo la calidad artística, se volvió una literatura panfletaria que utiliza el arte como mera excusa para expresar ideas políticas e intentar influir en un público joven con poca lectura, porque hay que decir que esto, de literatura no tiene nada, o muy poco. Por si no fuera suficiente, se erigen como los únicos capaces de hacer la real literatura (concepto neptuniano) y se pasan criticando a los otros escritores que no comulgan con su ideal de literatura. Idolatran escritores nicaragüenses como Lugama y otros más y eternamente miran al pasado y su arte no busca superación, solo busca adeptos. No les quiero decir el nombre pero hay un conocido escritor de teatro que todos los años, en el mismo lugar, monta sus obras de teatro con los argumentos que ya les cité. ¿Adivinan de qué puede tratar su obra si se estrena todos los años el 2 de febrero? Este mismo escritor se pasa criticando a los escritores que realizan el arte por el arte.

No es que sea un problema que exista este tipo de literatura. El problema es que se quiera pretender que sea la única literatura válida. Ante todo tenemos que ser capaces de entender que como escritores, tenemos el poder de la palabra. Todo el tiempo tenemos palabras en nuestras manos. Entender esa responsabilidad hace la diferencia entre tener manos cubiertas de sangre, o manos cubiertas de rosa.