¿Se pusieron a pensar alguna vez cuánto tiempo les lleva escribir? Es decir, cuánto tiempo les lleva escribir una obra literaria, un poema un cuento o una novela. Hace tiempo me tocó ver una película francesa, cine independiente. Era de esas películas que en 90 minutos de rodaje luego de 80 minutos de sexo explícito, en el fondo, muy en el fondo (y no es una connotación sexual) se esboza una tenue teoría filosófica. Y luego los círculos eruditos de la movida asuncena organizan esos famosos cine-debates (aunque desconozco, como nunca fui a ninguno, si debaten sobre las teorías filosóficas o las escenas sexuales).
La película (no recuerdo el nombre) narra la historia de un joven aficionado al cine que sueña con escribir un guión cinematográfico. En el transcurso de la cinta conoce a una joven con sueños similares al suyo y también con otras conductas similares. En dicha película se me quedó una escena particularmente grabada (no, no es alguna de las muchas escenas sexuales). En la escena, uno de los personajes describe el proceso de la escritura literaria, específicamente el de la poesía, como el alumbramiento. Dice que existe un momento específico para la creación y que simplemente, llega. Esas palabras siempre me quedaron grabadas y las traté por un tiempo de poner en práctica, pero luego descubrí que la creación literaria es mucho más que eso. Es más transpiración que talento. Pero volvamos a la primera pregunta. ¿Cuánto tiempo creen que gastan para elaborar una obra literaria? ¿Podrían pagar ese tiempo? ¿Cuánto dinero creen que puede costar ese tiempo empleado? Porque estamos hablando de horas y horas de la elección correcta, la palabra correcta, el recurso correcto, que el remate, el personaje, la voz, el estilo y otras muchas cosas. Nos esmeramos tanto en la corrección, la manera en la que vamos a decir las cosas, hablamos con un amigo diagramador para el diseño interno del libro la portada y nos vamos ilusionados como esas madres primerizas que se ilusionan con la llegada de su primer hijo. Pero cuando llegamos al último paso, buscar una editorial que nos quiera publicar “el hijo”, nos encontramos con la sorpresita. Los costos elevados por la nubes, con sumas irrisorias por publicar un inocente libro de en algunos casos, con suerte, 200 páginas. Claro que el dinero es tanto la salud como la enfermedad, ya ven ustedes tantos libros en el mercado paraguayo que solo fueron publicados por el elevado nivel económico de sus autores, el hecho de que el único impedimento para publicar sea el dinero, trajo aparatosos resultados a la literatura paraguaya. Mientras que existen tantas buenas obras, publicadas en diarios, antologías o ediciones electrónicas que por una falta de apoyo económico no ven la luz en las librerías que tanto se ufanan de promover la cultura.
Estamos ante una crisis grave de nuestra literatura, porque no solo se lee poco sino que se escribe mucho menos porque no existen garantías para la publicación. Porque el tiempo que un escritor emplea en la creación de una obra es impagable, no se le puede cobrar a un autor por ese tiempo de creación intelectual que empleó para llevar a cabo esa obra. Pero claro, los dueños de las editoriales, terratenientes culturales, ellos sí, ellos forman parte de jurados de concurso, ellos forman parte de una sociedad de escritores. Y pronto, probablemente también escriban libros para justificar su inclusión, forzosa, en el mundo cultural. Este monopolio absurdo, destruye a las voces jóvenes, que elaboran una literatura, incipiente, es cierto, pero con grandes resultados a largo plazo. Desgraciadamente estas jóvenes tropiezan con el monopolio cultural de los grandes terratenientes editoriales que por si fuera poco, se atacan unos a otros acusándose de aprovechadores, cuando son todos parte de una rosca corrupta, una rosca que comercia con los sueños rotos de escritores sin dinero.